Las protestas antiracistas a nivel mundial por la muerte de George Floyd han sido tan potentes que hasta han llegado a Bélgica y han puesto en evidencia dos cosas:
1-Los crímenes de Leopoldo II en el Congo, habitualmente guardados en lo más profundo de un baúl
2-Que en Bélgica sigue habiendo estatuas que homenajean a semejante individuo*
En Gante, Amberes o la propia capital europea, Bruselas, bustos o estatuas de Leopoldo II sufrieron la ira de la memoria y sirvieron de recordatorio para uno de los mayores crímenes contra la Humanidad y uno de los más ignorados.
Ante todo ésto, se ha vivido un momento histórico en el que los principales representantes de Bélgica han pedido perdón, algo siempre tan difícil.
Su actual rey, Felipe, descendiente de Leopoldo II -y también de Balduino- ha sido claro:
"En la época del Estado Independiente del Congo se cometieron
actos de violencia y crueldad que todavía pesan sobre nuestra memoria
colectiva. El periodo colonial que le sucedió causó también sufrimiento y
humillaciones"
El valor de estas palabras es mayor aún de lo que pueda parecer, porque no sólo cita el monstruoso período en que el Congo fue propiedad privada del rey belga, sino los muchos años posteriores de colonia belga, más ignorados aún, donde, sin llegar a los excesos de Leopoldo II, Bélgica se cubrió de deshonra.
Contrastan, además, con las que otro rey belga, el que reinaba cuando el Congo se independizó, Balduino, dijo en la propia capital congoleña, el mismo día de su independencia, defendiendo la labor de Leopoldo II, y faltando a la verdad y a la Historia:
"La independencia del Congo es la culminación de la obra concebida por
el genio de Leopoldo II, emprendida por él con coraje tenaz y continuada con
perseve-rancia por Bélgica. (...)
Cuando Leopoldo II emprendió la gran obra que llega hoy a su
culminación, no se presentó ante ustedes como conquistador sino como
civilizador"
También Sophie Wilmés, actual primera ministra belga, ha demostrado que deshonrosos comportamientos como el de Balduino no son compartidos por todos los belgas, con palabras como éstas:
"Es hora de que Bélgica
mire cara a cara a su pasado. Eso pasa por el reconocimiento del sufrimiento de
los demás"
No es la primera vez que Bélgica pide perdón por sus años en el Congo. En 2002, el entonces ministro de Asuntos Exteriores belga, Louis Michel, pidió disculpas al pueblo congoleño por la relación de su país con el asesinato del primer ministro de la independencia congoleña, una muerte que truncó el recién iniciado camino democrático de aquel país.
"Ciertos miembros del gobierno de la época y ciertos actores belgas de
la época tienen una parte irrefutable de responsabilidad en los acontecimientos
que llevaron a la muerte de Patrice Lumumba"
declaró, tras los resultados de una larga investigación parlamentaria.
Otro Michel, Charles, primer ministro belga, también tuvo que pedir perdón por los desmanes belgas siendo el Congo su colonia -más allá de las tropelías de Leopoldo. Fue en 2019 cuando Bélgica reconoció un crimen tan nauseabundo como el secuestro de unos 20.000 niños y niñas durante los años 40 y 50, con la colaboración de organizaciones católicas. Estos niños y niñas eran fruto de las relaciones entre colonos blancos y congoleñas -algo que también afecto a ruandeses y burundianos- y fueron trasladados a orfanatos belgas o dados en adopción en la metrópoli. Hoy en día, muchos de ellos son apátridas.
Aún así, Bélgica tiene muchas disculpas y perdones pendientes, como se señalo en mi libro e irán saliendo en este blog.
*Pese a lo que, también por todo el mundo, incluido nuestro país, algunos han tratado de hacernos creer, insultando a la inteligencia, las estatuas no recuerdan la Historia sino que homenajean a personajes históricos. Derribarlas no es borrar la Historia -en Alemania no se olvida el período nazi aunque no haya ni una sola estatua de Adolf Hitler, seguramente el personaje histórico más trascendental de su Historia-; son un acto de justicia.
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