Dentro de la ronda de consultas que el presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Felix Antoine Tshisekedi está teniendo con los actores de la sociedad congoleña, el pasado 5 de noviembre se reunió con el movimiento ciudadano no-violento La LUCHA. Esta organización acostumbra a decir las cosas muy claras y no perdió la ocasión para hacerlo frente al propio presidente, por ejemplo al hablar de las inacabables guerras en el salvaje Este congoleño -los Kivus, Ituri...-: "De hecho, no tiene sentido esperar ganar la guerra contra
los grupos armados cuando nuestras propias fuerzas de defensa y seguridad están
infestadas de criminales o colaboran con aquellos contra quienes se supone que
deben combatir" Casi un mes antes, el 8 de octubre, todo el país estaba pendiente de la visita de Tshisekedi a Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte. Durante la rueda de prensa que celebró al aire libre, una periodista local, Rozenn Kalafulo, preguntó si el presidente estaba al tanto de los negocios de ciertos oficiales del Ejército que perjudicaban la lucha contra los grupos armados de la zona. ¿Qué fue de Rozenn Kalafulo? No se sabe nada de ella tras recibir amenazas y ser alertada de un plan para asesinarla, tras lo que se escondió.
Siguiendo a diario la actualidad de este país, en la que de manera incesante aparecen ataques, matanzas, crímenes llevados a cabo por la infinidad de grupos armados -ugandeses, lendus, hutus, etc. etc.- principalmente en las provincias antes referidas, da la impresión de que el Ejército o no está o llega después en la mayoría de las ocasiones, que la población diseminada en territorios y aldeas está poco menos que indefensa ante despiadados milicianos que no dudan en disparar, decapitar, violar o incendiar y que el Ejército, pese a las ofensivas que publica o anuncia, casi siempre que entra en combate contra estos grupos lo hace porque es atacado por ellos...
Iracan Gratien de Saint-Nicolas es un activo diputado por Bunia (capital de la provincia de Ituri) que conoce sobre el terreno los problemas de la zona. En una entrevista de finales de septiembre, además de acusar a una mafia del cacao a uno y otro lado de la frontera con Uganda de apoyar a las ADF -Fuerzas Democráticas Aliadas en sus siglas en inglés, una milicia ugandesa refugiada en el Este congoleño, especialmente sanguinaria en las últimas semanas- exculpaba al Ejército de la situación, "el Ejército ha hecho lo que tenía que hacer", opinaba, mientras remarcaba la valentía de los soldados en esa lucha. Es cierto también que se conocen las condiciones en que muchas veces esos soldados viven y luchan, como ha denunciado en repetidas ocasiones otro diputado de la zona, Paul Muhindo, acusando de que los soldados, en ocasiones, no reciben sus raciones durante meses y han de obtenerlas de la propia naturaleza o de la población. "Enviamos soldados al campo sin darles comida ni bonificaciones, pero les pedimos que presenten buenos resultados. Esto es inaceptable"
Pero también es cierto que muchas veces la población no puede ver en el Ejército y en la policía más que a otros enemigos que actúan de igual manera que las innumerables milicias: cada mes los informes de la UNJHRO (ONU Derechos Humanos) sobre casos documentados de violaciones de derechos humanos en el país adjudica casi la mitad de ellos -incluyendo ejecuciones extrajudiciales de hombres, mujeres y niños- a miembros del Ejército y la policía, que no es extraño encontrar noticias de soldados y policías condenados a duras penas por violaciones o, incluso, por colaborar con grupos armados, o de soldados que extorsionan a la población -como colocando barreras en los caminos para cobrar por el paso por ellas de campesinos- Desde luego, oficiales del Ejército aprovechándose de su posición para hacer pingües negocios e, incluso, haciéndolos con el enemigo, no es algo raro en la RDC. Quizá el mejor ejemplo es el del general Tango Cuatro, Gabriel Amisi Kumba, señalado por la ONU en 2012 por vender armas a cazadores furtivos y a grupos armados y que llegó a tener cuatro dragas que explotaban oro en el río de la zona bajo su responsabilidad. Gabriel Amisi ha desempeñado importantísimos cargos en el Ejército congoleño.
Conociendo todo esto no es aventurado pensar que, en muchos casos, el Ejército congoleño no es más que un actor en una guerra de todos contra todos en el que la población civil es la principal víctima perdiendo la vida, sus casas, debiendo huir en masa de los lugares donde viven y trabajan, perdiendo a su familias o siendo violadas. Si bien también no se puede obviar que los propios soldados no dejan de ser, en otros, víctimas de la corrupción e ineficacia de sus superiores o de quienes dirigen la lucha contra los grupos armados y que, en definitiva, el pueblo congoleño del Este tiene motivos para desconfiar de quienes deben protegerlos y sentirse permanentemente en peligro.
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